Un encuentro con Eloy Tizón
El escritor español Eloy Tizón en diálogo con el especialista Armando Minguzzi.
Eloy Tizón (Madrid, 1964) es narrador y colaborador habitual en prensa (El País, El Mundo, Revista de Libros). Imparte clases en los talleres de narrativa de diversos centros culturales, como La Casa Encendida, Hotel Kafka, Festival Eñe. Publicó tres libros de relatos: Parpadeos (2006), Técnicas de iluminación (Páginas de Espuma, 2013) y Velocidad de los jardines (1992; Páginas de Espuma, 2017); tres novelas: Seda salvaje (1995), Labia (2001) y La voz cantante (2004); y recientemente, el ensayo literario Herido leve. Treinta años de memoria lectora (2019). Su obra ha sido traducida a diferentes idiomas y forma parte de numerosas antologías. Ha sido incluido entre los mejores narradores europeos en la antología Best European Fiction 2013, prologada por John Banville.
Sobre Velocidad de los jardines:
“Cuando en 1992 la editorial Anagrama comunicó al entonces desconocido escritor Eloy Tizón que aceptaba publicar sus cuentos, le advirtió de que no iba a ganar mucho. “Los cuentos no se venden como las novelas, me dijeron. Y que los publicaban solo porque a Jorge Herralde [fundador del sello] le habían interesado literariamente, no porque creyeran que fuera a ser rentable”, recuerda Tizón, que en ese momento tenía 28 años. Se lanzó una edición de 1.000 ejemplares con el título Velocidad de los jardines y el primer año, en efecto, se vendió solo poco más de la mitad.
(…) Así nació la leyenda de un libro que hoy, 25 años después, se ha convertido en una obra de culto para los amantes del cuento. Tuvo dos reediciones y hace tiempo que se agotó en librerías, pero sigue corriendo de mano en mano. “No fue un superventas, pero fue ganando fama poco a poco. Empezó a funcionar el boca a boca, se introdujo en las escuelas de escritores y adquirió un aura especial”, comenta Tizón.
(…) Velocidad de los jardines significó ciertamente un punto de inflexión para el cuento en España. El paisaje estaba cambiando. Nombres como Eloy Tizón, Luis Magrinyà, Juan Bonilla, Hipólito G. Navarro y Carlos Castán empezaban a sonar no por sus novelas, sino por sus relatos. “Teníamos estilos diferentes, pero nos unía una cosa: no queríamos ser Carver ni Borges ni Chejov. Buscábamos una voz propia, experimentar, romper con el costumbrismo imperante. Quizá por eso las editoriales empezaron a hacernos caso”, señala Tizón. “Éramos artesanales, laboriosos”, añade Magrinyà.”
Por Raquel Vidales, El País, Cultura, 2017