Sergio Pangaro habla de un poema de sor Juana Inés de la Cruz
Al que ingrato me deja, busco amante;
Al que amante me sigue, dejo ingrata;
Constante adoro a quien mi amor maltrata;
Maltrato a quien mi amor busca constante.
Al que trato de amor, hallo diamante,
Y soy diamante al que de amor me trata;
Triunfante quiero ver al que me mata,
Y mato al que me quiere ver triunfante.
Si a éste pago, padece mi deseo;
Si ruego a aquél, mi pundonor enojo:
De entrambos modos infeliz me veo.
Pero yo, por mejor partido, escojo
De quien no quiero, ser violento empleo,
Que, de quien no me quiere, vil despojo.
Sobre este soneto de sor Juana Inés de la Cruz, dice Sergio Pángaro:
Este poema, duro y aristado, un soneto puede parecer un fósil, muestra que ciertas maneras de plantear el amor en la actualidad, no son todo lo modernas que quisiera la vanguardia. También cómo la mecánica del lenguaje puede atrapar la naturaleza volátil de lo sentimental.
El poema de de la Cruz, como una máquina de enunciar, o de pensar, nos sugiere que la ciencia puede venir en ayuda del discernimiento. Que arrojando las piezas del conflicto dentro de un soneto, el procedimiento literario nos devolverá algo más bello y menos amenazante.
La tristeza de buscar el amor de quien nos deja, o la indignidad de abandonar a quien nos ama, no resultan tan inquietantes como estos términos morales devueltos en forma de reflejo por un poema barroco que deja al descubierto lo irracional. ¿En qué momento estos términos amor-ingratitud-búsqueda, comienzan a comportarse asimétricamente? Sea el que fuere, en ese momento el soneto comienza a comportarse como un silogismo.
Elegir el soneto no parece casual cuando se trata un tema al que se le busca una salida. De hecho hay más sonetos de la autora con el mismo tema, pero acaso este sea el más inquisitivo. Para evitar dispersiones, todos los versos tienen 11 sílabas que riman consonantes. Durante las dos primeras estrofas, el planteo resulta asfixiante porque sus rimas ABBA, con cierta mordacidad, no dejan salir ni entrar nada de esa relación entre seguir-dejar-buscar-amar-triunfar-matar.
El primer cuarteto habla del trato amoroso, el segundo sobre la conciencia de este comportamiento injusto, como si desde el origen de los tiempos la gente amara así, y nada fuera capaz de modificarlo. Entonces, cuando con generosidad la escritora evita complicidades, detrás de esa monolítica primera persona, estamos todos los que antes o después, nos ponemos delante de sus versos.
Pero este friso de mármol, quizás el de un ordenado y clásico sepulcro para el alma del amante, tiene otro par de estrofas impares que desestabilizan la regularidad de las dos primeras, y proponen una salida. Esta salida es una reflexión de tipo moral, que tratándose de un dilema tan complejo, tampoco da resultados felices.
Por alguna razón en la primera parte, cuando se presentan los hechos domésticos, las categorías que se usan son más elevadas que las del final: “Amar-triunfar-matar”, contra los posteriores: “mejor partido-pundonor-vil despojo”. Como si no se pudiera pensar útilmente mientras se es parte de una cadena de pertenencias. La conclusión está en la anteúltima estrofa: interrumpiendo el ritmo paralelo, dice que no hay manera de ser feliz en el amor.
El postulado siguiente, al final del poema, es solo una conclusión de emergencia, una guía práctica para quienes puedan buscar en la poesía algo útil, quizás a la usanza de la época. Pero queda claro que las opciones ofrecidas están muy alejadas de las aspiraciones con las que se trataba el tema en el inicio.
La solución propuesta en los tercetos es decepcionante. Quizás porque resolver el amor esté destinado al fracaso, o porque el orden terrenal pone las leyes del amor en términos mezquinos. Viendo la figura vertical del poema, e inspirado sin quererlo en la probable verticalidad que debió sufrir Sor Juana en el convento, no puedo evitar configurar la composición como una cosmogonía en donde cuartetos impenetrables flotan sobre imperfectos y terrenales tercetos.
Afirmando la irregularidad del terceto, en el segundo de ellos, es decir familiarizados con esta nueva lógica, la autora se pronuncia práctica y expeditiva, no está conforme, pero podría ser peor.
Visualmente, las dos últimas estrofas de tres versos son inferiores en tamaño que las primeras de cuatro, como si ya no hubiera lugar para mayores ambiciones que el mal menor. En este escenario restringido es donde Juana Inés de la Cruz, después de haber planteado magistralmente uno de los temas centrales del arte y la filosofía, nos ilustra que se puede sufrir por amor, pero que la solución propuesta a ras del suelo no puede aliviarlo.
Sergio Pangaro publicó Señores Chinos (1999), Oh poesía (2003), ZZZ (2004), Memorias de Baccarat (2005). Sus textos fueron incluidos en las antologías: Confesionario (2005) del Centro Cultural Ricardo Rojas, Antología Poetas Rock (2003), compilado por Gustavo Alvarez Núñez, Cuentos Argentinos (2003), compilado por Rodolfo Fogwill. Artículos periodísticos, poesías y opinión en Cerdos y Peces (1991), Negra (2005), El Día de La Plata (1997-1998), Belleza y Felicidad (1998), Abuelas de Plaza de Mayo (2002) y la revista de literatura y traducción Tokonoma (1993-2014).. Editó sus composiciones musicales en los albums Baccarat por el mundo (1999), Debut y Despedida (1999), En vivo en La Ideal (2001), Baccarat en castellano…! (2003), Autoayuda (2005), Grandes Éxitos del Mañana (2013) Partició junto a Alfredo Prior de las performánces Operas Chinas Completas (1999), y Cómo resucitar una liebre muerta (2000), en el Museo de Arte Moderno.